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El conocimiento de si mismo 01



El conocimiento de sí mismo es el saber que una persona adquiere sobre ella misma, en términos psicológicos y espirituales, durante el curso de toda la vida, y sobre la base de sus propias experiencias y a la introspección.

El conocimiento de sí mismo es un tipo particular de conocimiento en la medida que el sujeto que intenta conocer y el objeto a conocer están confundidos, o sea, se es « juez y parte » al mismo tiempo. 
Esta dificultad central hace imperativo que se exija objetividad.

El conocimiento de sí requiere honestidad y rectitud de pensamiento, espíritu crítico, y una cierta consideración en relación a la « mirada » exterior de los otros.
Debido a su naturaleza subjetiva, para que este conocimiento pueda cristalizar, se requiere cierta habilidad metacognitiva así como cierto grado de lucidez personal que permita generar un saber bien consistente.

Hubo una época en la que se creía que los humanos eran dependientes en extremo del poder de los dioses y de lo que se decía y profetizaba en los escritos santos… Pero fue fundamentalmente Sócrates, el iniciador de un enfoque de pensamiento que daba a los hombres autonomía, independencia, libertad de conciencia, señalando el camino que permitía liberarse de la presión ejercida por las divinidades. Y dicho enfoque podía resumirse en el aforismo « Conócete a ti mismo ».

Así pues, hace más de dos mil años que el « conocimiento de sí mismo » es objeto de nuestras preocupaciones y discusiones, de nuestras reflexiones y de nuestros intercambios de ideas, aunque con éxito dispar, ya que con frecuencia procedemos y actuamos de una manera demasiado simplista, pensando e imaginando lo que creemos ser después de tener uso de razón, o creyendo ser lo que oímos, leemos, percibimos, y entendemos, en relación a lo que otros han dicho, escrito, expresado, y entendido. Recordemos que luego de iniciada nuestra existencia personal, sea ella feliz o desgraciada, se haya desarrollado ella en un hogar unido o mal estructurado, de una u otra forma nuestros mayores y/o nuestros referentes nos han impuesto reglas y principios de índole variada, así como diversos modelos familiares, sociales, culturales, y religiosos, y en muchos casos, de manera consciente o inconsciente, ellos querían que nosotros fuéramos los mejores, y/o que realizáramos lo que ellos mismos no habían podido realizar. Así pues, ya sea que hayamos adherido o rechazado estas presiones parentales y de nuestros referentes, de todas maneras es necesario admitir que lo transmitido casi siempre deja una huella indeleble en nuestros espíritus, de la que es difícil sustraerse.

En consecuencia, no creamos todo lo que creemos ser en determinado momento. Con frecuencia, creemos poseer cualidades que en realidad tenemos poco desarrolladas, y por el contrario pensamos no poseer destrezas para las que tenemos enorme potencial. El quid de la cuestión es que muchas veces no nos damos ni el tiempo ni los medios para pensar en las consecuencias de nuestros actos, pues de una manera simplista, creemos que « actuamos bien » y que « tomamos las decisiones correctas »… Frente a los acontecimientos, en muchos casos actuamos impulsivamente buscando resultados, dando prioridad al interrogante « ¿Qué hacer? », y dejando algo de lado los interrogantes « ¿Cómo hacer? » y « ¿Para qué hacer? ».

Pensemos críticamente y con mucha honestidad. Denunciando las injusticias del sistema, ocupando lugares públicos, exhibiendo carteles con atractivos eslóganes, firmando peticiones, y pidiendo a gritos (en la calle o en reuniones internacionales) que es necesario « cambiar el mundo », todo eso está irremediablemente orientado al fracaso, si esas acciones no son acompañadas de nuestra parte, por una profunda toma de consciencia de nuestra cuota parte de responsabilidad en la situación actual de cosas, así como cambios concretos en nuestros respectivos comportamientos cotidianos. Oponerse (en los países pobres) a la explotación manufacturera infantil y a condiciones de trabajo miserables de casi esclavitud, puede ser una postura pública simpática a aplaudir, pero si nosotros mismos continuamos aprovechando los precios bajos de los productos así fabricados en China, Filipinas, etc, estamos marcando una conducta disonante o a dos caras. Y lo que acaba de expresarse es pura lógica y sentido común. Nuestro mundo interior y nuestro mundo exterior están íntimamente relacionados. Y esta relación es tan sólida, que es ilusorio intentar separar ambas cosas. De una forma o de otra, todo lo que pasa en nuestro interior tiene repercusiones en nuestro exterior, y viceversa.

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SALUDO

Hola querido amig@ de la red, te saludo deseandote el mejor obrar ,sentir y pensar.



Espero poder ser de utilidad para poder lograr , un despertar en la conciencia de aquellos que lo buscan.



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