Decíamos en el escrito anterior que
íbamos a estudiar el comportamiento de los razonadores, que, como ya sabemos,
son los que solamente utilizan la mente sensual. Por este motivo nada saben de
las leyes que nos rigen, no las que aprueban los parlamentos, esas son
conocidas, aunque la mayoría de las veces son burladas, basta con tener
influencias o ser amiguito de los jueces. Hablamos de las leyes que Dios ha
puesto para que nos gobernemos, para que
nos aclaremos, para que sepamos por qué ocurren las cosas. Una de ellas, que no
la única, es la Ley
del Péndulo. Sería bueno que observáramos un reloj antiguo con su
correspondiente péndulo, cómo va de un extremo a otro pasando por el centro. Si
observamos los acontecimientos de nuestro entorno, la podemos descubrir a cada
instante. Desde los plazos largos hasta los más cortos. Esta ley levanta y
hunde imperios. Recordemos el Imperio Romano, cuando el péndulo estuvo en un
extremo el Imperio subió como la espuma, fue pasando por el centro y cuando
llegó al otro extremo el Imperio se fue al garete.
Los políticos nos prometen felicidad
sin límite, en algunos casos hasta cumplen y vivimos con bastante comodidad,
estamos en el extremo bueno del péndulo, pero, sin saberse por qué, se va al
otro extremo y caemos en una crisis. Algunos hasta pierden sus casa y su
dinero. ¿Les suena esto? Si no miren lo que le pasa al mundo en la actualidad.
Si además esa crisis es provocada, como la que estamos pasando, la situación se
complica hasta límites inesperados.
En el primer caso el periodo es muy
largo, siglos, en el segundo es más corto, años; ahora vamos a ver otro mucho
más corto, puede que dure segundos. Ejemplo: vamos por la calle charlando con
un amigo y la conversación es agradable, estamos contentos, sonreímos; de
repente pasa un niño corriendo por nuestro lado y, sin querer, nos empuja ¿qué
pasa entonces? Tronamos y relampagueamos contra el niño. “¡Niño, mira por dónde
vas, ten más cuidado!” Hemos pasado de la calma a la ira, en cuestión de
segundos. Así actúa la Ley
del Péndulo. Pero esto el razonador no lo contempla, dice que las cosas son así
y así serán, pero desconocen que exista tal ley. Si además-como en el último
caso- aparece la ira, que es un ego que hay que considerar para sacarlo de
nuestra psiquis, aún van más desorientados, porque dicen que la reacción es
normal y que en esos casos es imposible no enfurecerse.
Otra característica del razonador
(el que utiliza sólo la primera mente, la sensual) es la confusión que tiene
entre concepto y realidad.
Sobreestimamos nuestros conceptos y pretendemos que coincidan con la
realidad; o sea que lo que nosotros pensamos sobre algo es lo que tiene que ser
y no admitimos que otro pueda estas acertado. Dos mentes severamente
disciplinadas dentro de férreas estructuras intelectuales, discuten y las dos
quieren estar en lo cierto, piensan que “el otro” es el equivocado. Tenemos un
dogmatismo pontificio y dictatorial que nos hace creer que concepto y realidad
son lo mismo. Cuando la mente observa un fenómeno, lo rotula con un concepto,
asociándolo a la realidad. Debemos abrirnos a lo nuevo para activar la mente
interior, de lo contrario solo veremos nuestros propios conceptos. La mente no
es receptiva, la mente no sabe; y no solo no sabe, además ignora que no sabe
(como diría Sócrates).
Con los Egos metidos en la mente,
cada cual tiene su criterio, su forma de pensar. Tenemos tantos pensamientos
como pensadores tenemos (los egos) cada ego es un pensador, y creemos que somos
nosotros los que pensamos. De aquí salen tantas normas rígidas: millonadas de
criterios son millonadas de normas absurdas, muchas parecen hasta brillantes.
La dialéctica razonativa auto fascina al razonador y le hace confundir gato con
liebre.
Necesitamos aprender a pensar. No
que nos digan qué pensar. Nos quieren meter la mente en un molde, así es
esclava. Se nos pide que aceptemos unas cosas y rechacemos otras. Desde esta
tribuna estamos enseñando a los seres cómo pensar, luego cada cual que piense
lo que quiera. La verdad solo se consigue experimentando. Si nos dicen que
creamos a unos y a otros, no les hagamos caso, ¡experimentemos! y solo entonces
sabremos si nos dicen la verdad o no.
Todo esto y más nos enseño el V.M. . Esperamos que les haya servido.
Que la luz de nuestros Maestros les iluminen siempre.
Mahatma Pepdife Walkatélfo
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